viernes, 22 de febrero de 2013

Madres, las admiro.

He estado de los dos lados de la guerra, he pasado tiempo como madre que está en casa y, también tiempo cómo madre trabajadora, por eso las admiro y respeto.
Siento un respeto profundo porque se lo difícil que es ser madre que se queda en la casa, sea por voluntad o por otras circunstancias.  Mucha gente cree que las madres caseras son vagabundas, pues no señores, son unas heroínas! Mantener la casa, cuidar hijos 24/7 sin feriados, vacaciones, descansos ni tiempo propio es de verdaderas valientes. Y posiblemente se les reclame que no aportan al hogar, pero claro que lo hacen: son cocineras, lavanderas, choferes, enfermeras, niñeras, doctoras... Cuidan y crían a la familia a veces sacrificando su propio tiempo, y si usan ropa desaliñada o jo están maquilladas no es porque se dejaron, es porque tienen otras prioridades, o han tenido un día difícil.
Y no es justo que se les quiera juzgar por su condición, no son esclavas domésticas ni mujeres tontas, muchas decidieron dejar sus carreras, sus salarios y demás para darles a sus hijos todo su ser, otras llegaron a estar en casa por otras condiciones, y aunque sea duro, hacen lo mejor que pueden. Puede ser que estas madres tengan tiempo para hacer pan, manualidades y llevar al nene temprano al parque, pero sacrifican su tiempo limpiando, lavando, haciendo pequeños aportes a su hogar y sí, también al llegar la noche están agotadas y sus cuerpos resentidos.
Y están éstas otras amazonas, las mamás que salen de sus casas a trabajar, que dejan a sus familias por un rato para realizarse, llevar sustento a sus casas y las más fuertes, para mantener sobre su espalda lo que se hizo entre dos. Y no es sencilla su doble vida, mujer de casa y mujer que trabaja. Tiene estrés de dos mundos, tiene que partir su día y dar su 100% en ambos campos, incluso sí no ha dormido suficiente porque el bebé está en plena dentición y la nena grande lloraba porque la abandonó el novio.
Estas mamis siempre andan rápido, intentando rendir cada minuto con sus pequeños para acallar esa voz interna que grita para ir a verlos y abrazarlos, que le mete culpas por no ver a sus hijos crecer y que a veces le reclama porque necesita ella descansar.
He estado en ambos bandos, pero sigo sintiéndome en el limbo.

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